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sábado, 5 de mayo de 2012

Malasaña retoma la plaza.

Los vecinos de Malasaña vuelven a tomar la plaza del Dos de Mayo para celebrar sus fiestas. Porque es su barrio. Porque no quieren perder sus tradiciones. Y porque están cansados de estigmas. “Es hora de borrar la imagen que se ha creado por los macrobotellones que se celebraban por estas fechas”, sentencia Isabel Rodríguez, presidenta de ACIBU, la asociación de vecinos del barrio de Universidad, uno de los 20 colectivos que integra la plataforma, creada hace cuatro años para la autogestión de las fiestas. Desde ayer y hasta el próximo domingo, grandes y pequeños disfrutarán de un programa que incluye desde una sesión de yoga hasta un concurso de tortillas pasando por una verbena matinal con chocolatada incluida.


Maruja, una vecina de 81 años, está encantada con la vuelta de las fiestas. Aún recuerda cómo hervía el barrio en los años cuarenta, cuando los jóvenes, vestidos de chisteros y majas, preparaban la paella para los ancianos del centro social de la Calle Divino Pastor. “En esa época el Ayuntamiento sí apoquinaba unas pesetas para los gastos de las fiestas, no como ahora”, lamenta. Esta anciana aún se emociona al recordar los pregones que se leían en el teatro de Fuencarral. Unos 70 años después, el manifiesto vecinal está prohibido. “El Ayuntamiento no nos da permiso para hacer un pregón porque consideran que ese acto daría oficialidad a la fiesta”, explica Antonio Pérez, periodista del diario digital Somos Malasaña, uno de los organizadores de la plataforma.


La Junta Municipal del distrito Centro tampoco les ha permitido celebrar la carrera popular que organizaba el pastelero de la panadería Diadema, en la calle Espíritu Santo. “Nos dijeron que tenían que cortar tres calles muy céntricas y que era imposible”, comenta Pérez. Desde que comenzó la plataforma, en 2008, las negociaciones con el Consistorio no han sido fáciles, según los vecinos. El Ayuntamiento, por su parte, alaba la buena relación que tiene con el entramado social del barrio.“El primer año estaban muy reticentes y, en parte, es comprensible. Después de los disturbios del año anterior tenían dudas de cómo iban a desarrollarse estas fiestas”, explica Inma, de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos del colegio Isabel La Católica. La mañana del dos de mayo de 1808, los madrileños se rebelaron contra el Gobierno francés.El cuartel de Monteleón, situado donde actualmente se encuentra la emblemática plaza, se convirtió en uno de los puntos estratégicos de la lucha contra los invasores.


Unos 200 años después, la violencia volvió a la plaza. La policía reprimió duramente el botellón que congregaba a cientos de jóvenes en Malasaña en 2007. “La Comunidad incentivó los macroconciertos unos años antes al altercado policial y esto fomentó la presencia de jóvenes que se acercaban al barrio a emborracharse”, critica M. L., vecino del barrio desde hace 35 años. La Consejería de Cultura, por su parte, reconoce que el Gobierno Regional organizó durante varios años conciertos en la plaza pero deja claro que en 2007 no hubo ninguno por “ajustes de programación”. “Ese mismo año llegamos nosotros al barrio y decidimos devolver la fiesta a los vecinos” relata S. L., integrante del CSO Patio Maravillas, uno de los artífices de esta genial locura vecinal.


Los ancianos de las residencias de Malasaña han recibido estas últimas semanas la visita de los okupas del Centro Social 16.0 para invitarlos a la verbena matinal. El CSO se estrena en la plataforma junto a los indignados de la asamblea del barrio. Otros colectivos que la conforman son la Cruz Roja del barrio, asociaciones infantiles y juveniles o Ecologistas en Acción. “Los niños disfrutan mucho con la charanga o el torneo de ping-pong”, explican los padres. El lema de las fiestas autogestionadas es que cada cual aporte sus recursos y su saber hacer. Sin ir más lejos, ayer por la tarde la plaza de San Ildefonso acogía los primeros conciertos mientras en una casa particular una treintena de amantes de la música organizaba una velada musical entre sillas de ikea, cajas de cartón y guitarras eléctricas. Lo llamaron el Sofá Underground.


Fuente: El País

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