"Mira cómo está esto. Aquí alguno se rompe la crisma". Se lo dijo Lorena García, de 53 años, a su marido el día de Nochebuena. Habían ido de compras al mercado de Barceló, instalado de forma provisional -al menos 23 meses- en los jardines del Arquitecto Ribera mientras duren las obras del nuevo edificio. No se imaginaba que la del batacazo iba a ser ella. El día de Nochevieja volvió a recoger un encargo en su carnicería de siempre. "Fue nada más entrar. Puse un pie y me escurrí", contaba ayer al teléfono desde su casa, en Alonso Martínez.
Cayó de espaldas y se golpeó en el hombro: fractura de la cabeza del húmero. "Estoy con el brazo en cabestrillo y a base de calmantes", explica. "Y sé que justo después se cayó otra señora". Ese día llovía. La culpa de su accidente es, asegura, el suelo resbaladizo del mercado. Por eso dice que, en cuanto esté en condiciones, irá al juzgado y pondrá una denuncia. Es abogada.
No es necesario que llueva para que el suelo del mercado temporal, formado por seis construcciones pentagonales unidas por una galería central, se convierta en un peligro. Lo saben bien los comerciantes, que han visto decenas de caídas en el mes escaso que lleva abierto. "Yo con los niños no entro en la zona del pescado", decía ayer Mónica Fernández, una clienta del barrio. "Está siempre encharcado y ya se ha caído mucha gente".
Es poner un pie frente al puesto 317, en el pentágono de las pescaderías, y su propietario, Javier González, salta: "¡Cuidado no te resbales!". Mejor prevenir que tener que aupar a un cliente del suelo. "El otro día tuvimos que ayudar entre varios a una señora mayor que no se podía ni levantar", explica. El cabreo entre los comerciantes es manifiesto. "Ni haciéndolo a propósito les podía salir tan mal", se queja González. "Nos han engañado a nosotros y a Gallardón, porque ha pagado por esto como si estuviera bien hecho".
El suelo resbaladizo es el principal problema, coinciden. Pero no el único: en cuanto caen cuatro gotas empieza a bajar agua del techo. Eladio, del puesto 411, ni siquiera se ha molestado en quitar los cuatro cubos de colores que cuelgan del techo de su puesto. Sabe que el próximo día que llueva los va a necesitar. "No puedo consentir que esté una señora comprando aquí y le caiga agua en la cabeza". Hasta paraguas han estado usando en otros puestos, como uno de bisutería en el pentágono amarillo.
Algunos comerciantes, hartos de patinazos, se lo toman a guasa: "Vamos a tener que dejar un puesto libre para que se pongan los del Samur", decía ayer un carnicero. El servicio de emergencias ha tenido que auxiliar a clientes accidentados varias veces, al menos dos mujeres el día 30, otra el 31, y otra persona el 4 de diciembre. Todas se cayeron al resbalar en el suelo mojado. "Hemos puesto cartones porque a la gente se le van los pies en cuanto entra", decía Gregoria González, de la frutería Goyita. Los sistemas de desagüe no funcionan bien. El agua de las pescaderías no cae por las regueras y se concentra. "Aquí se forma una piscina bien maja", afirmaba González, señalando al centro del pentágono.
No es necesario que llueva para que el suelo del mercado temporal, formado por seis construcciones pentagonales unidas por una galería central, se convierta en un peligro. Lo saben bien los comerciantes, que han visto decenas de caídas en el mes escaso que lleva abierto. "Yo con los niños no entro en la zona del pescado", decía ayer Mónica Fernández, una clienta del barrio. "Está siempre encharcado y ya se ha caído mucha gente".
Es poner un pie frente al puesto 317, en el pentágono de las pescaderías, y su propietario, Javier González, salta: "¡Cuidado no te resbales!". Mejor prevenir que tener que aupar a un cliente del suelo. "El otro día tuvimos que ayudar entre varios a una señora mayor que no se podía ni levantar", explica. El cabreo entre los comerciantes es manifiesto. "Ni haciéndolo a propósito les podía salir tan mal", se queja González. "Nos han engañado a nosotros y a Gallardón, porque ha pagado por esto como si estuviera bien hecho".
El suelo resbaladizo es el principal problema, coinciden. Pero no el único: en cuanto caen cuatro gotas empieza a bajar agua del techo. Eladio, del puesto 411, ni siquiera se ha molestado en quitar los cuatro cubos de colores que cuelgan del techo de su puesto. Sabe que el próximo día que llueva los va a necesitar. "No puedo consentir que esté una señora comprando aquí y le caiga agua en la cabeza". Hasta paraguas han estado usando en otros puestos, como uno de bisutería en el pentágono amarillo.
Algunos comerciantes, hartos de patinazos, se lo toman a guasa: "Vamos a tener que dejar un puesto libre para que se pongan los del Samur", decía ayer un carnicero. El servicio de emergencias ha tenido que auxiliar a clientes accidentados varias veces, al menos dos mujeres el día 30, otra el 31, y otra persona el 4 de diciembre. Todas se cayeron al resbalar en el suelo mojado. "Hemos puesto cartones porque a la gente se le van los pies en cuanto entra", decía Gregoria González, de la frutería Goyita. Los sistemas de desagüe no funcionan bien. El agua de las pescaderías no cae por las regueras y se concentra. "Aquí se forma una piscina bien maja", afirmaba González, señalando al centro del pentágono.
Fuentes del mercado aseguraron que ya se han puesto 32 reclamaciones. La junta directiva va a pedir al Ayuntamiento que cambie el pavimento. Y si no lo hace, los comerciantes piensan exigir que sea el consistorio el responsable de las demandas que puedan ir llegando.
Fuente: El País
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